
La sección de la concha del caracol muestra una secuencia regular de sucesivos tabiques que corresponden a las diferentes etapas del desarrollo del animal.
A medida que crece y siguiendo una espiral se van formando cajas cada vez mayores. A esta construcción geométrica se le atribuye un carácter estético desde la antigüedad guardando la llamada proporción áurea.

Encontramos esta curva que gira alrededor de un punto mientras se aleja en distintas manifestaciones de la naturaleza sea un ciclón, una galaxia e incluso el propio ADN de nuestras células.

Esta formación natural también es frecuente en el reino vegetal, como en los zarcillos de la vid o los frondes del helecho.

La espiral está vinculada al movimiento y al tiempo. Representa un movimiento cíclico infinito, comenzando desde un punto central en la evolución o regresando al punto central en la involución.

La representación de este símbolo es frecuente desde la antigüedad en todos los continentes. Es el caso de los megalitos, como en la piedra de entrada de Newgrange. La espiral fue copiada extensamente por los celtas en su iconografía, simbolizando el movimiento y la vida.


Las vemos también en las espirales de Nazca, como una estructura destinada a la irrigación, según los últimos estudios.

La proporción áurea que preside la construcción de la espiral del caracol convierte esta estructura en un recurso estético y práctico muy utilizado como elemento arquitectónico. La escalera de caracol ya aparece en tiempos de los romanos como solución para lograr salvar una gran altura en lugares estrechos sin demasiado espacio, como por ejemplo una torre vigía.
Algunas de estas escaleras evolucionaron hasta convertirse en verdaderas obras de arte, como la Escalera Bramante.

Incluso un juego tan popular como el juego de la oca transcurre sobre una espiral.
